28 de marzo de 2009

WE LIVED AMONG THE PEOPLE: una introducción


¿Quién mató a Laura Palmer? ¿Quién no conoce este reclamo? Aunque si tuviera que escoger la frase que para mí siempre estará ligada a una de las más grandes obras maestras de la televisión (y el referente para la época dorada del medio que se está viviendo ahora mismo en Estados Unidos), ésta no sería una, sino las siguientes:

Through the darkness of future past, the magician longs to see.
One chants out between two worlds: "Fire Walk With Me".
We lived among the people — I think you say "convenience store"?
We lived above it. I mean it like it is, like it sounds.


Que en su adaptación española quedó tal que así:

En la oscuridad de un futuro pasado el mago quiso ver
una posibilidad para salir de entre dos mundos: fuego, camina conmigo.
Vivíamos entre la gente en un… ¿cómo dijiste? “almacén de oportunidades”.
Vivíamos encima. Quiero decirlo como suena.


Sí, ya sé que la parte más famosa es la primera (no en vano Fuego, camina conmigo dio nombre a la película-precuela de la serie), pero siempre he tenido una especial debilidad por la segunda; qué le vamos a hacer, soy rarito.

¿Y toda esta parrafada para qué? Para nada, realmente, o tal vez aquí esté el sentido real de este blog… Como me va tocando hacerles la competencia a la genial (aunque parece que difunta) Elitevision, pronto tendrán por aquí mi recorrido, capítulo a capítulo, por una serie que arrasó a su paso cambiándolo todo para siempre. Pocas hay como ella. Bienvenidos a Twin Peaks; tomen su café bien caliente y su porción de tarta de cerezas que ya empezamos. Me pregunto que habrá detrás de las cortinas rojas que decoran el pasillo de este Ático…


26 de marzo de 2009

GALERÍA DE ARTE: Las aventuras de Robinson Crusoe


Un hombre sólo y desesperado alzando una primitiva luz en la oscuridad frente a un horizonte infinito.

Puede que Las aventuras de Robinson Crusoe (1954) no se encuentre entre las mejores cintas de Buñuel, y sin duda no ha alcanzado la difusión de las más populares, pero la película tiene una larga cantidad de méritos que no le permiten ser desdeñada con tanta facilidad. No es el menor la excelente fotografía en color de Alex Phillips en Pathécolor, plena de saturación y de irrealidad, que permite que se consigan imágenes de la fuerza y la belleza de este grito de auxilio del naufrago, que en un momento de debilidad no puede soportar su soledad y abandona su firmeza en pos de la desesperación. Es una lástima que el resto de la cinta no siempre desprenda esa energía y a ratos peque un poco de comedida y analítica, aunque nadie puede poner en duda la lectura muy personal de Luis Buñuel en esta adaptación.

No estamos ante una mala película, aunque sí sea mejorable, pero no debemos de olvidar que ha habido muy pocas adaptaciones literales de esta novela, y que muy posiblemente la más canónica sea ésta de nuestro aragonés universal. Siendo su primera película escrita e interpretada en inglés, aunque rodada en México y con producción mexicana, sobresale como una rareza arrebatadora en una filmografía que está plena de ellas.

Buñuel pudo sentirse en muchos momentos de su vida como un naufrago, por lo que no resulta difícil adivinar los elementos que le llamaban y conmovían de esta gran historia.


Seems I’m not alone at being alone.
Hundred billion castaways, looking for a home.

22 de marzo de 2009

1001 CONEJOS BLANCOS (0): Alice’s Adventures under Ground


Arrancamos aquí al primer ciclo criminal de este Ático. ¿Y qué mejor para comenzar que una cumbre de la fantasía, el surrealismo y la infancia bien entendida? Además, puede servirnos este recorrido por el arte audiovisual referido a Alicia como un primer paso que nos permita comentar los diversos films que entran dentro del concepto de Al otro lado; ya sea del espejo, bajo tierra, en Oz o perdidos en el laberinto.



Con Las aventuras subterráneas de Alicia (1864), una primera novela manuscrita y dibujada por él mismo, por concienzuda insistencia de su amiga infante Alice Lidell (a quién le sería entregada), Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dodgson para los no amigos), dio el disparo de salida a una de las aventuras más extraordinarias de la literatura de todos los tiempos. De una serie de cuentos para entretener a unas niñas en una tarde en el campo, a dos novelas que pondrían patas arriba el mundo literario desde su mismo momento de publicación: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1866) y su segunda parte, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1872).



El cine, no bien echó a andar, tuvo (y sigue teniendo) en estas dos obras un lugar constante en el que mirarse. Muchas son las adaptaciones que de las aventuras de Alicia (completas o en parte) se han realizado para los diversos medios audiovisuales, comenzando ya en 1903 y manteniendo su absoluta vigencia hasta nuestros días (no en vano Tim Burton tiene previsto el estreno de su particular versión en el 2010). Aunque intentar abarcarlas todas sería una tarea excesivamente complicada (incluso imposible por la desaparición de algunas de las adaptaciones más antiguas), tengo el propósito de ser lo más extenso posible. Por aquí pasarán, no solo las versiones más familiares y populares de los libros (empezando por la película de 1972, que ocupará nuestra primera entrega), sino que también tendrán espacio, como no podía ser de otra forma, las versiones más retorcidas o de relación más tangencial (ya en la segunda entrega tendremos el musical pornográfico del 76).



Demos pues paso a este primer ciclo. Prepárense a entrar en la madriguera del conejo y veremos lo que Alicia encontró allí. Sin duda, yo lo voy a disfrutar; espero que ustedes también.


16 de marzo de 2009

CRÍMENES LITERARIOS: Bajo la influencia


Un hermoso maletín de cirujano con un interior forrado en lo que podemos adivinar como terciopelo rojo, se abre ante nosotros y nos muestra pulcramente sus instrumentos de vivisección; un camino para analizar, descubrir y adentrarse en otras realidades, que no podía ser mejor puerta de acceso para un volumen cuyo subtítulo reza Libro de versiones, remezclas y otras formas de plagio.

Desde el principio se nos hace conscientes de que no estamos ante un libro de cuentos al uso; de hecho nada más lejos de cualquier idea previa que el lector se pudiera hacer en ese terreno. Si en algo es tremendamente eficaz esta obra, es en descolocarnos en todo momento de la manera más suave y dulce posible. No me había dado tanto placer andar perdido dentro de un libro, probablemente desde los tiempos de La historia interminable (1979).



La pluma de Daniel Miñano Valero no duda desde un primer instante en jugar a una meta-literatura, o mejor aún, a una deconstrucción literaria que es a la vez la del propio autor/personaje (las diferencias reales nunca se nos aclararan, ni nos debieran interesar) y la del proceso de escritura del propio libro. Pero esto, que podría traducirse a priori como una clara concesión a la modernidad y al atrevimiento de formas de un escritor novel, consigue llegar al lector con la sencillez de un mago que explica sus trucos con objetivos claramente didácticos. Por momentos, la experiencia de leer algunos pasajes del libro recuerda a los análisis que Hitchcock hacía sobre su propia obra, en cuanto ambos creadores nos detallan de manera precisa de dónde procede su inspiración y cuáles son las reglas del juego, sin que por ello el resultado de su trabajo se resienta.



En el caso que afecta a este libro, el principal desmembrado, el cabeza de turco, es la utopía de la originalidad. Toda la obra, así como buena parte de las reflexiones de su autor giran alrededor de este escurridizo concepto, tratando en todo momento de negarlo y hasta de justificarse ante sus propios relatos. Plantear el libro a la manera de un disco de versiones, que cuentan todas con un mismo intérprete, le permite reafirmar desde lo más básico una autoría fantasmal con rasgos muy marcados, pero que escapa a géneros, estilos y argumentos, logrando esfumarse entre los huecos de las palabras sin dejar por ello nunca de estar presente.

Tras la lectura completa del libro, el poso que éste deja son buena parte de sus cuentos y la gran capacidad de evocación que Miñano Valero logra transcribir al papel, gracias sobre todo a jugar a estirar la fina línea que separa realidad de ficción hasta hacerla, en sus momentos más logrados, casi indetectable. De esta forma, tras leer algunos de sus relatos, el lector siente la urgencia de agarrarse a las pistas concretas (¿y reales?) que el autor ha ido dejando en ellos, con el fin de confirmar que al menos parte de lo que ha leído es real o ha podido suceder: la magia, por tanto, de la mejor ficción.



Dentro de los cuentos hay dos estilos diferentes que se cruzan, no siempre con idéntica fortuna. Tenemos narraciones situadas en lugares y momentos lejanos, que parecen extraídas del folclore, de los mitos y las leyendas, junto a cuentos más cercanos en el tiempo o incluso situados en la contemporaneidad. Algunos de ellos, como El cabello o Cuerpo (éste, pese a su exceso de estilo), logran hablar de tú a tú con las historias milenarias, pero en otros casos , como en Cementerio de Montjuic o (el muy logrado aunque un poco ajeno al resto) La historia de los Williamson, con el que se cierra el libro, la unión acaba siendo más forzada, salvándose más por su simpatía con la parte actual, que hace de puente entre los relatos, que por su coherencia con el conjunto de éstos. Consecuencia lógica del riesgo de navegar entre dos aguas.



Todo su esqueleto contemporáneo y lo que se adivina como derivaciones autorreferenciales (sí, lo sé, he dicho la palabra maldita), así como el recorrido por los diferentes referentes culturales de su autor (especialmente en el terreno literario y musical), salpican el conjunto del libro, logrando, no obstante, intercalarse fluidamente en la lectura de los cuentos, e incluso acercarse al ideal romántico que el autor persigue en estos últimos (no por ello sin caer en algunos excesos). Es cierto que ayuda mucho a esta impresión final el último capítulo del libro, que cómo he dicho es el que contiene uno de los cuentos más alejados del espíritu del conjunto, pero también es el que acaba por hermanar sus dos mundos casi antitéticos.



Pero si bien al libro se le pueden poner pegas en la consecución de sus objetivos como obra global y como tratado creativo sobre el origen de las ideas, es mucho más difícil encontrárselas en la plasmación en forma de relatos de esta apuesta. No sólo formalmente es un volumen rico en matices, de prosa trabajada pero de lectura fácil, enriquecido con múltiples conocimientos de las más alejadas fuentes (religiosas, filosóficas, biológicas, antropológicas; nada escapa a la sed de saber que embarga al autor), sino que además descubre un más que potencial escritor en lo que resulta sin duda la más grande y placentera revelación del libro: la extraordinaria facilidad de Daniel Miñano para mimetizarse con las reglas básicas de la narración de los relatos primigenios.

Pareciera que es por ese camino del análisis y la reflexión de autores y relatos por el que ha sabido destilar el secreto de la narratividad, pero sólo es necesario leer una vez cuentos de la sensibilidad, delicadeza y deseo de inmortalidad de El cabello, Leyenda del hombre olvidado, La extraña historia del séptimo hijo de Dunia y Huhhu o El circo y la doncella, para darnos cuenta que hay mucho más que imitación en lo que cuesta aceptar como primeros balbuceos de este escritor.



A esta sensación de pureza y universalidad ayuda mucho el que nos hallemos ante una apuesta difícil de encontrar en nuestros días, como es la de un libro de relatos ilustrado, alejado del mercado infantil y juvenil. Aquí la comunión del texto con las bellísimas y evocadoras ilustraciones de Silvia Cuello no podía ser más perfecta, lo que nos hace retrotraernos a la sensación irrepetible de las primeras lecturas iniciáticas. Es por ello que la unión de forma y fondo utilizada en la búsqueda del perfecto libro de cuentos para adultos, se rebela de un acierto emocionante.

El lector atento no debería dejar de detenerse en piezas de escritura perfectamente construidas como El informe Kanzuke, con su regusto ciber-punk y el siguiente comienzo, literariamente demoledor:


Su Tokio aún es una gran ciudad, capital de la isla de Japón, situada en la tierra a una latitud de 35,42° Norte y una longitud de 139,46° Este. La inmensa metrópoli, vista desde el cielo, describe una espiral perfecta. En el brazo derecho de esa espiral, entre cientos de calles y laberintos, existe un callejón perdido, donde vive, aislado del mundo, Takeshi Kanzuke.


También en la relectura no buscada de The Midwich Cuckoos (1957) llevada a cabo en Edgardo Salmerón Loza, en la narrativa victoriana de asesinatos misteriosos que aparece en La historia de los Williamson, en el mecanismo de relojería literario que encierra la segunda versión de Vida y muerte de Eduardo de Saavedra, y todo esto sin olvidar los pequeños y encantadores cuentos de una o dos páginas que se despliegan por todo el libro.



Pero más allá de sus fortalezas y de sus debilidades, esta primer obra de Daniel Miñano Valero nos sirve para descubrir a un escritor con un estilo e intereses, que pese a tratarse de su opera prima, se revelan como ricos y elaborados; con un universo tan personal como universal, y con algunas fijaciones (sobre el tiempo, el amor entendido como sacrificio o las reglas de la creación y el sentido que tiene el hombre dentro de ellas) que prometen deparar grandes obras futuras, intuidas fácilmente bajo los sorprendentes pasos firmes del presente debut.



Nota: los dibujos que acompañan este texto son bocetos a lápiz inéditos (excepto el cuadro que pueden ver a continuación, que significó el origen de la colaboración entre Daniel y Silvia) y descartados para el libro final por diversos motivos (principalmente por problemas de tiempo), que si bien no muestran el refinamiento de las ilustraciones a tinta que podemos encontrar en él, conservan intacta la fuerza del trazo, del motivo y del encuadre que hace que todos ellos resulten tan fascinantes. Desde aquí, agradecer a su autora, Silvia Cuello, el haberme dado permiso para utilizarlos para vestir esta entrada.


12 de marzo de 2009

CRÍMENES LITERARIOS: Bajo la influencia (avance)



...Juana se despertó con el cuerpo en calma, pero descubriendo rápidamente, con el terror en las manos, que su cabellera había crecido por la noche, escapando por la ventana de su habitación...


Aún estoy devorando con pasión este estupendo libro y preparando su próxima reseña, pero no quería dejar pasar más tiempo sin ofrecerles un adelanto en forma de alguna de sus ilustraciones (¡sí!, además de bueno, es un libro ILUSTRADO) y de algún fragmento. Si quieren leer uno de los cuentos completos (¡sí!, es un libro de RELATOS) lo pueden hacer aquí o aquí y si confían a ciegas en mi palabra y desean comprarlo, por internet se lo pueden pillar aquí y aquí y muy pronto también en Fnacs, Casas del Libro y librerías especializadas (su auténtico hogar).

Su autor, Daniel Miñano Valero (también conocido como Terry William), y su ilustradora Silvia Cuello, son dos vecinos ilustres de esta casa. Más aún, son dos de esas personas creativas que uno desea tener cerca el mayor tiempo posible, para poder empaparse un poquito de su genio. Para mí será un placer ver como el mundo les descubre, y desde este ático no dejaré pasar la oportunidad de poder aportar mi granito de arena en este empeño. Sí, son grandes amigos, no obstante mi reseña tratará de ser lo más imparcial posible (si es que eso existe). Mientras tanto vayan abriendo boca con este adelanto y luego me cuentan que les sugiere. ¡Espero comentarios!




...de las aguas de la orilla contraria nacía una mujer desnuda, cubierta por una venda de seda azul que cerraba sus ojos.




Se vestía de mujer y se sentaba en el diminuto taburete de los enanos, apoyado en el hierro frío, hablando y riendo sin pausa; como nunca antes, ninguno de los dos, había hablado o reído.

6 de marzo de 2009

CASOS CRIMINALES: Captain EO (1986)


Capitán Eo

USA

Dirección: Francis Ford Coppola

Guión: Francis Ford Coppola y Rusty Lemorande, basado en un argumento de George Lucas









¿Puede una unión de titanes formada por George Lucas, Michael Jackson, la Disney y ¡Francis Ford Coppola! conseguir una obra que esté a la altura de las expectativas despertadas? Si eliminamos a Coppola de la ecuación y consideramos que el director que se iba a encargar de este cortometraje iba a ser Spielberg (demasiado liado en plenos 80, sobre todo en labores de producción, como para ocuparse de este encargo), tenemos a los más grandes reyes del espectáculo ochentero reunidos nunca en un mismo proyecto. Tengamos en cuenta también que la obra tenía por otro lado un éxito casi asegurado de antemano, puesto que su exhibición se iba a realizar exclusivamente en los parques de la propia Disney (con lo que el riesgo a la hora de recuperar beneficios no era muy alto) y además su protagonista (y el sentido final de toda la operación) era el autoproclamado rey del Pop en su momento más álgido (tras haber roto hacía unos años todos los records con Thriller (1982) y cuando aún faltaba un año más para su esperado y triunfal regreso con Bad (1987)). El simple hecho de que el espectáculo fuera a contar con dos canciones inéditas del artista (las primeras nuevas composiciones que lanzaba desde 1982) era un reclamo seguro para asegurar colas sin fin en los parques de atracciones.



Pero es que además no se reparó en gastos (creo que aún ostenta el record del coste por minuto más alto de la historia). El corto se filmó en 65mm (como las producciones para los IMAX), buscando extraer todo el jugo a un sistema 3D que estaba presto para finiquitar su andadura ochentera y que no resurgiría hasta el nuevo siglo. Y aunque el sistema era famoso por la incomodidad y mareos que provocaba en largos visionados, los escasos 20 minutos de duración de Capitán EO permitían a la audiencia disfrutar plenamente del formato sin mayores consecuencias. Se utilizaron efectos especiales punteros para la época (que siguen aguantando bastante bien el paso del tiempo, siendo de todas formas plenamente eightys) y se exhibió en recintos completamente habilitados para que la experiencia fuera total. En otras palabras: se trataba del espectáculo más cool que uno podía echarse a la cara en los 80.



Recuerdo leer en mi niñez noticias sobre este pequeño corto y lamentarme por no poder llegar a verlo, con la mala suerte de que a mi paso por Disneyland Paris a finales de los 90, el corto ya había sido retirado y sustituido por el también estupendo ¡Cariño, he encogido a la audiencia! (1994); ya que el escándalo sobre los supuestos abusos a menores de Jackson había estallado, y la Disney, como suele hacer, tocó en retirada. Por tanto nunca he podido ver este corto tal y como se concibió y como realmente tiene razón de ser. Se entenderá que me es difícil juzgarlo a una resolución diminuta y sin casi definición, en un VHS que parece telecinado directamente desde una copia de proyección. Sería interesante poder volver a verlo en las condiciones para las que fue creado, pero como esa posibilidad está más que lejos de producirse, intentaré ponerme en situación.

En primer lugar, sorprende descubrir que el corto no ha sido tratado como un espectáculo para un parque de atracciones en sí (que suelen destacar por ser una sucesión de efectos y de grandes momentos sin mucho sentido), sino como un corto cinematográfico. Tenemos un ligero argumento (trillado y sencillo, pero argumento al fin y al cabo), hay progresión dramática y una más que correcta narración cinematográfica. Hasta la interpretación de la canción estrella del corto trata de integrarse lo mejor posible en la narración, sin detenerla demasiado. Es en este aspecto y en los elementos más oscuros del relato (como el diseño y ambientación del planeta de la reina malvada y sobre todo de la propia reina, interpretada por una magníficamente maquillada y sobreactuada Angelica Huston), donde podríamos intuir la mano de Coppola, pero es difícil asegurarlo, pues en esa época tanto la Disney como el propio Lucas tenían la manga mucho más ancha a la hora de mostrar a una audiencia infantil-juvenil elementos y secuencias terroríficas y/o perturbadoras. En realidad Coppola es poco más que un convidado de piedra aquí. Tras haber entregado dos años antes Cotton Club (1984), comenzaba aquí una larga travesía por el desierto, con pequeños paréntesis que lo revivirían momentáneamente, de la que aún está por verse que pueda salir. Con toda seguridad, su único interés en el proyecto era pecuniario y/o de amistad con su otrora discípulo.



Pero no hay que engañarse, Spielberg probablemente habría sacado más jugo de este encargo, aunque no sé si habría mitigado o aumentado la presencia y las vergonzantes chiquilladas infantiles de las peludas marionetas que acompañan a nuestro héroe y el propio carácter de éste (por otro lado, muy acorde con el del mismo Michael Jackson). Es conveniente recordar que el mismo año en que producía Capitán Eo, Lucas también sacaba adelante Dentro del Laberinto (1986), casi el reverso oscuro de este corto y un ejemplo de cómo contar un cuento de fantasía Pop (en este caso, con otro gran icono como Bowie) con mayores dosis de aciertos, talento, complejidad, madurez y poder de fascinación. Pero claro, allí los mandos los llevaba Jim Henson.



Así que no, Capitán Eo no es una pequeña joya sepultada por el tiempo y por su escasa difusión, ni es la gran obra audiovisual de Michael Jackson (esa seguirá siendo el corto Thriller (1983), aunque aquí se recoja mejor el autentico espíritu del personaje, igual que en la, esa sí desarmante, Moonwalker (1988)), pero sí que es un espectáculo más que digno y una impresionante atracción infantil-juvenil ochentera; como un faro que ilumina la gran década de los excesos.






Las Claves del Caso


Pericia Criminal: expongámoslo así: partiendo de los motivos finales por los que se lleva a cabo esta empresa (erigir un mega-espectáculo a la americana, dirigido a un público juvenil, para ser exhibido en un parque de atracciones y a mayor gloria de la mayor súper-estrella pop del pasado siglo), el resultado logrado es bastante digno, entretenido, pegadizo y muy probablemente, visto en su contexto, espectacular.



Bajos instintos: aparte del siempre perturbador Jackson y su camiseta de arcoíris y de una Angelica Huston como una bruja muy terrorífica y carnal, nada de nada.




Pistas Delatoras: más allá del evidente reciclado de conceptos, imágenes y diseños de La guerra de las galaxias (1977) (la fotocopia del ataque a la estrella de la muerte es de un descaro admirable) o de la mismísima Alien (1979) (la llegada de nuestros héroes al planeta de la reina es casi clavada a la de aquella cinta, lo que puede dejar a más de uno con la boca abierta) y de la acumulación de chorradas divertidas no intencionadas, que uno debe esperar en cualquier superproducción de aquella década, sus mayores palos vienen por las insistentes y vergonzosas gracietas de las bolas de pelo secundarias made in Lucas (toda una tradición que va desde el The Star Wars Holiday Special (1978) hasta el Jar Jar Binks de nuestros días); pero es que este hombre no tiene remedio.




7 Pisos y media escalera

2 de marzo de 2009

COLECCIÓN DE CROMOS: Especial The Spaghetti Incident (1)

Este año el blog va a tener cierto aroma a orégano, ya que van a coincidir en él un ciclo con uno de los grandes maestros del cine italiano, junto a la próxima reseña de una publicación muy esperada por todos los fans del fantástico, en la que se le da un buen repaso al cine fanta-terrorífico realizado en la bota de Europa durante toda su historia, y que ya debe estar pronta a aparecer por las librerías.

Desde el Ático tenemos una debilidad por la forma de abordar el género a la italiana, tan apasionada como al mismo tiempo desvergonzada, y pronto caerán por aquí los primeros títulos a comentar. Pero para abrir el apetito, nada mejor que una primera colección de cromos, en un especial Spaguetti que se podría alargar casi hasta el infinito; no en vano Italia fue durante mucho tiempo una de las grandes potencias del cartelismo cinematográfico.

Disfruten ustedes de esta primera galería de arte y recuerden que muchas veces el envoltorio puede ser mucho mejor que el contenido, y que es por eso que a los niños les gusta tanto jugar con las cajas de los regalos.