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22 de abril de 2009

1001 CONEJOS BLANCOS (2): Alice in Wonderland (1976)


Alicia en el país de las pornomaravillas

USA

Dirección: Bud Townsend

Guión: Bucky Searles (basado en los libros de Alicia de Lewis Carroll)









El conejo blanco: She's embarassed - I think she's still a virgin.
El sombrerero loco: Well, she SHOULD be embarassed!


La idea de llevar las aventuras de Alicia a terrenos sexuales es de las primeras que cualquier lector podría tener al acercarse a la obra, puesto que en ésta, aunque la simbología sexual no sea del todo evidente, si lo es su cualidad como libro de paso, siendo indiscutiblemente uno de los mejores ejemplos del descubrimiento por parte de una niña del mundo extraño y amenazador de los adultos. Es por ello que la existencia de una versión pornográfica de las aventuras de Alicia, era algo que debía suceder más pronto que tarde.



Es una suerte que esto ocurriera en los años 70, una década en la que, como veremos más adelante, aún existían profesionales esforzados en tomarse en serio una película pornográfica, sin pretender con ello cambiar artísticamente el concepto y la finalidad de este subgénero, pero sí permitiendo al espectador seguir la película con interés, más allá de los encuentros sexuales. Aunque los productores no llegaron tan lejos como para atreverse a hacer una película que respetara la edad de la protagonista de las novelas, la decisión de trasladar el cambio biológico de una niña que está a punto de empezar a ser mujer a una joven virgen de veintipocos que se ve obligada a enfrentarse de cara a una sexualidad reprimida por las convenciones que le impone una puritana sociedad, funciona extraordinariamente bien.



Ayuda mucho a que esto sea así, el acierto total de casting que resulta que el papel de Alicia lo asuma la debutante Kristine DeBell, que aunque fuera escogida por el morbo de haber sido portada de Playboy, muestra correctas dotes interpretativas y una ternura y candidez innatas, que no sólo le vendrían estupendamente para este personajes, sino que también le permitirían tener posteriormente una discreta pero respetable carrera como actriz normal. Es en ella en quien reposa toda la credibilidad de la cinta, y aunque cualquiera podría pensar que una historia así está destinada a ser una parodia, y aunque la propia película escoja en todo momento el camino de la comedia, su interpretación se mantiene siempre digna, firme, curiosa, sensual y creíblemente virginal, incluso en los momentos en que tiene que entrar en faena; lo que no es poco mérito precisamente.



Además, como he adelantado antes, el hecho de que estemos ante una cinta pornográfica no significa que debamos abordarla con los prejuicios que hoy en día arrastra este género, que anda cada vez menos preocupado por la realización de una obra coherente y mucho más por el encadenado de la mayor cantidad de situaciones sexuales posibles con los mínimos valores de producción y de interpretación necesarios. Nada que ver con lo que sucede aquí. Aunque se trate de una película de muy bajo presupuesto, hecha probablemente bastante deprisa y con unas caracterizaciones y maquillajes aún más carnavalescos que en la anterior película que analizábamos (el caso del conejo blanco es tremendo), todo está resuelto con mucha más gracia, frescura e ingenio que en aquella, y con generosas dosis de personalidad que hacen a la película destacar desde el primer momento.



Es aquí donde debemos señalar el nombre de su productor Bill Osco, que tan sólo dos años antes nos había regalado la imprescindible, desternillante y psicotrónica Flesh Gordon (1974); probablemente la película X más singular jamás filmada. Si bien esta Alicia no tiene ni la mitad de la osadía y la inspiración que tenía aquella, si que conserva su alegre y desprejuiciada forma de abordar las escenas de sexo, y un extraordinario espíritu de joie de vivre que recorre el film de principio a fin. Su idea de lo pornográfico (incluso en la versión de la cinta que incorpora insertos hardcore) difiere completamente de la frialdad quirúrgica en la que se encuentra enfangado el género actualmente, y sorprende por su inocencia, naturalidad y ciertos dejes hippies que aún conservaba la década (vean sino la música dulce que acompaña a muchas de las secuencias de sexo).



Pero es que además, no hay que olvidar que nuevamente estamos ante… ¡un musical!, y que esta coincidencia con la anterior película comentada en este ciclo, Las aventuras de Alicia, no hace más que destacar las grandes diferencias en la cuenta de resultados entre las dos obras; aún cuando ambas coinciden en muchas cosas (no sólo en lo musical, ya que también comparten el estilo de la década y unas caracterizaciones muy poco creíbles). Aunque esta Alicia fuera filmada con una parte ínfima del presupuesto de la otra, sin su reparto de campanillas y con unas intenciones más claramente explotadoras, deja mucho mejor sabor de boca que aquella e incluso (¡oh, profanación!) funciona mejor en el apartado musical.



Sus canciones y melodías, sin ser extraordinarias, son más agradables y llevaderas, y aunque tanto las caracterizaciones como la ambientación del país de las maravillas son de función de fin de curso, encajan mejor con el tono del conjunto, dándole un entrañable aroma a serie B hecha con ganas, pasión y sentido del humor. Sus chistes no son especialmente graciosos, aunque algunas de sus situaciones e intérpretes sí que lo sean (me gusta especialmente el encuentro de Alicia con el sombrerero loco), y la película pierde un poco de fuelle en el tercer cuarto (el episodio de Alicia con el rey y la reina de corazones y su posterior juicio), pero en líneas generales es una película que se deja ver agradablemente y que nos enseña que otro cine pornográfico es (o al menos fue) posible.



Por si necesitan un ejemplo aún más claro de cómo han cambiado los tiempos y de cómo parece que hay cosas que desgraciadamente ya no volverán, esta pequeña y modesta cinta se estreno en las pantallas de una buena parte de Estados Unidos en sesión doble con, ni más ni menos que, La guerra de las Galaxias (1977). Algo que dice mucho del respeto y la posición que tenía el cine para adultos entonces, y de cómo han cambiado los tiempos (para peor) en cuanto a la influencia de lo políticamente correcto; además de servir de perfecta metáfora del nuevo cine que llegaba y del viejo que daba sus últimos coletazos. No dejen de disfrutarla.





Las Claves del Caso


Pericia Criminal: Kristine DeBell, por encima de todo, que aúna en un mismo cuerpo la inocencia y pureza de una supuesta Alicia virgen, con una naturalidad extraordinaria para los desnudos y escenas sexuales y un fuerte componente sexy, hasta en las situaciones (o con los complementos) más ridículos; la sucesión de cartelitos, montajes entrecortados y efectos fotográficos de flu setenteros, que tan bien sientan a esta cinta; la alegría que desprende el conjunto y que han sabido trasmitir todos los que participaron en su realización; ser un gran reflejo histórico de un tiempo que se fue y que ya no volverá; la extraordinaria portada dibujada por Jack Davis, uno de los habituales de la revista MAD (1952-); que siendo tan poco fiel a la letra de las novelas, se adapte tan bien a su universo; y por encima de todo, su personalidad.




Fidelidad Carolliana: poca y libérrima si nos ponemos puntillosos, pero más que decente y atrevida en su espíritu. Aunque coja más del primero de los libros (Alicia entra al jardín siguiendo al conejo bebiendo un líquido que la hace menguar; el encuentro con el sombrerero loco -sin la aparición de la Liebre de marzo-, con el rey y la reina de corazones, con el que parece ser el gato de Cheshire con comitiva o el juicio de Alicia), también aparecen personajes del segundo, como los inevitables Tweedledee y Tweedledum (transformados, eso sí, en hombre y mujer) o la sorprendente inclusión de Humpty Dumpty, que suele quedar fuera de las versiones más canónicas. Incluso se permite algunas remezclas, como que Alicia entre en el país de las maravillas del primer libro a través del espejo del segundo; la introducción de situaciones y personajes que no consigo encontrar en ninguno de los dos, como la roca que habla; y la unión definitiva que se da en el último plano de la película con el universo de El mago de Oz (1939), al encontrarse Alicia con algunos de los personajes de el país de la maravillas en sus encarnaciones en el mundo real.




Pistas Delatoras: parece que hacia la parte final se agotaran un poco las ideas y que el paso del continuo movimiento que la precede a una larga secuencia en un mismo escenario (el palacio del rey y la reina de corazones) no esté resuelto tan bien como debiera; también, como sucede en casi todas las películas pornográficas (al igual que con muchas musicales, y ésta aúna ambas cosas), la acción se detiene demasiado en muchos casos para incluir las escenas de sexo, lo que aquí resulta más evidente en la versión con insertos hardcore que en la softcore; y no haber incluido más personajes y situaciones de las novelas.




7 Pisos y media escalera

8 de abril de 2009

1001 CONEJOS BLANCOS (1): Alice’s Adventures in Wonderland (1972)


Las Aventuras de Alicia

UK

Dirección: William Sterling

Guión: William Sterling, basado en la novela de Lewis Carroll









Speak roughly to your little boy, and beat him when he sneezes.
He only does it to annoy, because he knows it teases.


Comenzamos el recorrido por las distintas Alicias cinematográficas con una de las adaptaciones más populares en su día, aunque hoy esté bastante (y justamente) olvidada. Se trata además de una de las versiones más infantilizadas del relato. Me pararé un momento a desarrollar un poco más el concepto de infantil de esta cinta, pues no debemos olvidar que la novela de Carroll también estaba destinada en un principio a este público. Pero dónde éste trataba a los niños como seres inteligentes, curiosos, imaginativos y con gran capacidad para el absurdo (añadiéndole a todo esto no poco sentido didáctico), William Sterling, en su doble faceta de guionista y director, reduce todas esas cualidades a una almibarada, cursi, visualmente bastante cutre y un poco tonta adaptación, que puede servir como buen ejemplo del concepto de fidelidad mal entendida.



A un nivel argumental, se trata de una de las plasmaciones más literales y completas del primero de los dos libros de Alicia, a la que sólo le faltan algunos fragmentos poco importantes, y uno sólo decisivo (el encuentro con el gato), que fue filmado y misteriosamente descartado. Del segundo libro tan sólo añade el segmento de Tweedledee y Tweedledum, y como novedad contiene un comienzo y una conclusión que ilustran (muy pobremente) la excursión real en la que participaron Lewis Carroll Y Alice Liddell, y en la que se germinó buena parte del primero de los dos libros. Por otra parte, aparecen muchos diálogos extraídos literalmente de la novela y también algunos de sus extravagantes poemas (convertidos, eso sí, en canciones). Pero todo ello no ha de servir para etiquetar este film en lo más mínimo como una adaptación fiel.



Para empezar, el tono es el erróneo en casi todo momento. La película no sólo luce una pasmosa falta de personalidad y de alma (lo más que intuimos es una marcada tendencia al pastelismo en su traductor cinematográfico), sino que está yerma de emoción y de conmoción, así como del sentido de la maravilla del original. Sus pobres valores de producción no ayudan tampoco a que nos sintamos realmente en el país de las maravillas, ya que en ningún momento pueden desprenderse del tufillo a teatrales o a producción barata para la televisión. Los decorados aparecen repletos de tonos pastel y de acabados planos y acartonados, queriendo imitar el look de El mago de Oz (1939), pero quedándose muy lejos de conseguirlo.



No contribuye tampoco al conjunto un casting pleno de estrellas británicas de la época (la mayoría televisivas), pero sepultadas bajo pijamas peludos y horrendos maquillajes del ilustre (aunque aquí terrible) Stuart Freeborn, y dejados libres sin la menor dirección; lo que causa que cada actuación sea de su padre y de su madre, con gran tendencia (como no) al histrionismo y al subrayado. Algunos actores están además muy desaprovechados, como Peter Sellers en el papel de la Liebre de Marzo, y otros son directamente malos o erróneos, comenzando por la propia protagonista, Fiona Fullerton, demasiado mayor para el papel (el personaje de Alicia es el de una niña pequeña de unos 7 u 8 años, no el de una adolescente) y que se esfuerza por resultar especialmente antipática y muy forzadamente infantil. El hecho de que recuerde demasiado a la insoportable Kirsten Dunst, tampoco me facilita el cogerle simpatía.



Por otro lado, aunque la música del gran John Barry tiene momentos muy inspirados, de una languidez y melancolía no ajenas a la obra original, el convertir la película en un musical de intermitentes canciones, poco o nada logradas, y tan edulcoradamente interpretadas que podrían hacer palidecer a Sonrisas y Lágrimas (1965), acentúan un problema de ritmo (heredado en parte del episódico origen literario) que hace que la hora y media que dura el film discurra lenta y bastante mal engrasada.



La acidez, el potencial peligro y, porque no, la locura que dominaban la obra original, son sustituidos por una blandenguería y un sentido del ridículo mal entendidos (muchos de los bailes son para agachar la cabeza o para ponerlos en un altar junto a los mejores momentos de las películas de Parchís). Un buen ejemplo sería la deconstrucción llevada a cabo aquí del episodio de la hora del té, despojado de todos sus matices perversos y desequilibrados, y destrozado así sin remedio. Puede que esta infantilización funcionara entre los niños de su tiempo, o incluso en los nacidos en la década de los 80, pero los infantes de hoy en día muy probablemente engrosarán las filas de los desertores a los pocos minutos de comenzar.



No obstante, el espectador paciente y entregado a la exploración de todos los mundos Carrollianos, podrá ver en muchos de los defectos de esta cinta sus mejores virtudes, pues no en vano la película atesora sus elementos más identificativos y destacables en su particular esfuerzo por la literalidad y la fría fidelidad. También han de servir como valores positivos a rescatar de esta adaptación, la violenta secuencia que transcurre en el interior de la casa de la Duquesa, dónde tanto ésta/éste como su demente cocinera dejan un recuerdo indeleble (y sirven para señalar el camino que debería haber seguido el resto de la cinta); el que algunas de las canciones con poemas de Carroll funcionen bastante bien (especialmente Will you walk a little faster? o la dual The last Word is mine); o que el tono de ensoñación de parte de la cinta no esté exento de encanto. Puede que no sea del gusto de todos los paladares, pero no se le puede negar cierta capacidad para permanecer en la memoria del espectador, aunque sea muchas veces por los motivos equivocados.





Las Claves del Caso


Pericia Criminal: la obra de Lewis Carroll es tan maleable que permite casi cualquier tipo de aproximación, incluso una tan banal, antigua y poco inspirada como ésta. Le salva lo diferente que resulta de otras adaptaciones, y un aspecto lánguido y recio, muy británico, y con algunas cualidades ensoñadoras. El episodio en casa de la Duquesa, y sobre todo la interpretación salvaje en esta secuencia de la cocinera, es sin duda la perla a conservar de la película.




Fidelidad Carolliana: Aunque falta el encuentro de Alicia con el perro gigante, el episodio con el pájaro en el nido que sigue inmediatamente al de la oruga y sobre todo el encuentro con el gato de Cheshire, se puede decir que la película ilustra todos los capítulos de la primera novela y le añade el casi inevitable de Tweedledee y Tweedledum de la segunda. Por lo tanto es muy fiel a la letra, aunque, como he intentado explicar, no tanto al espíritu.




Pistas Delatoras: llevar la novela de Carroll hacia algo que parece anticipar a los Teletubbies (1997/2001) y que tampoco desentonaría entre las primeras películas de Shirley Temple, o con Verano Azul (1981/82), puede ser una buena manera de llamar la atención, pero no es la mejor forma de reflejar el inigualable universo de su autor. Además, el que la protagonista sea un error de casting mayúsculo y que esto no nos permita enpatizar con ella, sumado a las infinitas canciones, hace que la travesía se vuelva un reto sólo apto para los marineros más curtidos.




5 Pisos y media escalera

22 de marzo de 2009

1001 CONEJOS BLANCOS (0): Alice’s Adventures under Ground


Arrancamos aquí al primer ciclo criminal de este Ático. ¿Y qué mejor para comenzar que una cumbre de la fantasía, el surrealismo y la infancia bien entendida? Además, puede servirnos este recorrido por el arte audiovisual referido a Alicia como un primer paso que nos permita comentar los diversos films que entran dentro del concepto de Al otro lado; ya sea del espejo, bajo tierra, en Oz o perdidos en el laberinto.



Con Las aventuras subterráneas de Alicia (1864), una primera novela manuscrita y dibujada por él mismo, por concienzuda insistencia de su amiga infante Alice Lidell (a quién le sería entregada), Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dodgson para los no amigos), dio el disparo de salida a una de las aventuras más extraordinarias de la literatura de todos los tiempos. De una serie de cuentos para entretener a unas niñas en una tarde en el campo, a dos novelas que pondrían patas arriba el mundo literario desde su mismo momento de publicación: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1866) y su segunda parte, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1872).



El cine, no bien echó a andar, tuvo (y sigue teniendo) en estas dos obras un lugar constante en el que mirarse. Muchas son las adaptaciones que de las aventuras de Alicia (completas o en parte) se han realizado para los diversos medios audiovisuales, comenzando ya en 1903 y manteniendo su absoluta vigencia hasta nuestros días (no en vano Tim Burton tiene previsto el estreno de su particular versión en el 2010). Aunque intentar abarcarlas todas sería una tarea excesivamente complicada (incluso imposible por la desaparición de algunas de las adaptaciones más antiguas), tengo el propósito de ser lo más extenso posible. Por aquí pasarán, no solo las versiones más familiares y populares de los libros (empezando por la película de 1972, que ocupará nuestra primera entrega), sino que también tendrán espacio, como no podía ser de otra forma, las versiones más retorcidas o de relación más tangencial (ya en la segunda entrega tendremos el musical pornográfico del 76).



Demos pues paso a este primer ciclo. Prepárense a entrar en la madriguera del conejo y veremos lo que Alicia encontró allí. Sin duda, yo lo voy a disfrutar; espero que ustedes también.