8 de abril de 2009

1001 CONEJOS BLANCOS (1): Alice’s Adventures in Wonderland (1972)


Las Aventuras de Alicia

UK

Dirección: William Sterling

Guión: William Sterling, basado en la novela de Lewis Carroll









Speak roughly to your little boy, and beat him when he sneezes.
He only does it to annoy, because he knows it teases.


Comenzamos el recorrido por las distintas Alicias cinematográficas con una de las adaptaciones más populares en su día, aunque hoy esté bastante (y justamente) olvidada. Se trata además de una de las versiones más infantilizadas del relato. Me pararé un momento a desarrollar un poco más el concepto de infantil de esta cinta, pues no debemos olvidar que la novela de Carroll también estaba destinada en un principio a este público. Pero dónde éste trataba a los niños como seres inteligentes, curiosos, imaginativos y con gran capacidad para el absurdo (añadiéndole a todo esto no poco sentido didáctico), William Sterling, en su doble faceta de guionista y director, reduce todas esas cualidades a una almibarada, cursi, visualmente bastante cutre y un poco tonta adaptación, que puede servir como buen ejemplo del concepto de fidelidad mal entendida.



A un nivel argumental, se trata de una de las plasmaciones más literales y completas del primero de los dos libros de Alicia, a la que sólo le faltan algunos fragmentos poco importantes, y uno sólo decisivo (el encuentro con el gato), que fue filmado y misteriosamente descartado. Del segundo libro tan sólo añade el segmento de Tweedledee y Tweedledum, y como novedad contiene un comienzo y una conclusión que ilustran (muy pobremente) la excursión real en la que participaron Lewis Carroll Y Alice Liddell, y en la que se germinó buena parte del primero de los dos libros. Por otra parte, aparecen muchos diálogos extraídos literalmente de la novela y también algunos de sus extravagantes poemas (convertidos, eso sí, en canciones). Pero todo ello no ha de servir para etiquetar este film en lo más mínimo como una adaptación fiel.



Para empezar, el tono es el erróneo en casi todo momento. La película no sólo luce una pasmosa falta de personalidad y de alma (lo más que intuimos es una marcada tendencia al pastelismo en su traductor cinematográfico), sino que está yerma de emoción y de conmoción, así como del sentido de la maravilla del original. Sus pobres valores de producción no ayudan tampoco a que nos sintamos realmente en el país de las maravillas, ya que en ningún momento pueden desprenderse del tufillo a teatrales o a producción barata para la televisión. Los decorados aparecen repletos de tonos pastel y de acabados planos y acartonados, queriendo imitar el look de El mago de Oz (1939), pero quedándose muy lejos de conseguirlo.



No contribuye tampoco al conjunto un casting pleno de estrellas británicas de la época (la mayoría televisivas), pero sepultadas bajo pijamas peludos y horrendos maquillajes del ilustre (aunque aquí terrible) Stuart Freeborn, y dejados libres sin la menor dirección; lo que causa que cada actuación sea de su padre y de su madre, con gran tendencia (como no) al histrionismo y al subrayado. Algunos actores están además muy desaprovechados, como Peter Sellers en el papel de la Liebre de Marzo, y otros son directamente malos o erróneos, comenzando por la propia protagonista, Fiona Fullerton, demasiado mayor para el papel (el personaje de Alicia es el de una niña pequeña de unos 7 u 8 años, no el de una adolescente) y que se esfuerza por resultar especialmente antipática y muy forzadamente infantil. El hecho de que recuerde demasiado a la insoportable Kirsten Dunst, tampoco me facilita el cogerle simpatía.



Por otro lado, aunque la música del gran John Barry tiene momentos muy inspirados, de una languidez y melancolía no ajenas a la obra original, el convertir la película en un musical de intermitentes canciones, poco o nada logradas, y tan edulcoradamente interpretadas que podrían hacer palidecer a Sonrisas y Lágrimas (1965), acentúan un problema de ritmo (heredado en parte del episódico origen literario) que hace que la hora y media que dura el film discurra lenta y bastante mal engrasada.



La acidez, el potencial peligro y, porque no, la locura que dominaban la obra original, son sustituidos por una blandenguería y un sentido del ridículo mal entendidos (muchos de los bailes son para agachar la cabeza o para ponerlos en un altar junto a los mejores momentos de las películas de Parchís). Un buen ejemplo sería la deconstrucción llevada a cabo aquí del episodio de la hora del té, despojado de todos sus matices perversos y desequilibrados, y destrozado así sin remedio. Puede que esta infantilización funcionara entre los niños de su tiempo, o incluso en los nacidos en la década de los 80, pero los infantes de hoy en día muy probablemente engrosarán las filas de los desertores a los pocos minutos de comenzar.



No obstante, el espectador paciente y entregado a la exploración de todos los mundos Carrollianos, podrá ver en muchos de los defectos de esta cinta sus mejores virtudes, pues no en vano la película atesora sus elementos más identificativos y destacables en su particular esfuerzo por la literalidad y la fría fidelidad. También han de servir como valores positivos a rescatar de esta adaptación, la violenta secuencia que transcurre en el interior de la casa de la Duquesa, dónde tanto ésta/éste como su demente cocinera dejan un recuerdo indeleble (y sirven para señalar el camino que debería haber seguido el resto de la cinta); el que algunas de las canciones con poemas de Carroll funcionen bastante bien (especialmente Will you walk a little faster? o la dual The last Word is mine); o que el tono de ensoñación de parte de la cinta no esté exento de encanto. Puede que no sea del gusto de todos los paladares, pero no se le puede negar cierta capacidad para permanecer en la memoria del espectador, aunque sea muchas veces por los motivos equivocados.





Las Claves del Caso


Pericia Criminal: la obra de Lewis Carroll es tan maleable que permite casi cualquier tipo de aproximación, incluso una tan banal, antigua y poco inspirada como ésta. Le salva lo diferente que resulta de otras adaptaciones, y un aspecto lánguido y recio, muy británico, y con algunas cualidades ensoñadoras. El episodio en casa de la Duquesa, y sobre todo la interpretación salvaje en esta secuencia de la cocinera, es sin duda la perla a conservar de la película.




Fidelidad Carolliana: Aunque falta el encuentro de Alicia con el perro gigante, el episodio con el pájaro en el nido que sigue inmediatamente al de la oruga y sobre todo el encuentro con el gato de Cheshire, se puede decir que la película ilustra todos los capítulos de la primera novela y le añade el casi inevitable de Tweedledee y Tweedledum de la segunda. Por lo tanto es muy fiel a la letra, aunque, como he intentado explicar, no tanto al espíritu.




Pistas Delatoras: llevar la novela de Carroll hacia algo que parece anticipar a los Teletubbies (1997/2001) y que tampoco desentonaría entre las primeras películas de Shirley Temple, o con Verano Azul (1981/82), puede ser una buena manera de llamar la atención, pero no es la mejor forma de reflejar el inigualable universo de su autor. Además, el que la protagonista sea un error de casting mayúsculo y que esto no nos permita enpatizar con ella, sumado a las infinitas canciones, hace que la travesía se vuelva un reto sólo apto para los marineros más curtidos.




5 Pisos y media escalera

4 comentarios:

Daniel Miñano Valero dijo...

Oye! Pa lo dura que te has marcao la crítica, aún le das un aprobado!
está, no la veré...

Guardian dijo...

Hasta le iba a dar más puntuación. Mi afán masoquista es lo que tiene.

Anónimo dijo...

Pues imaginaros si da manía la prota, que aún me acuerdo de lo mucho que la odié mientras veía la peli (no recuerdo nada más, por supuesto)...que repelente la tía!
Firmado: la señora del ático.

Anónimo dijo...

Lo de Kirsten Dunst sera por algunos personajes que le toco de masjoven no?(que por cierto tenian su punto) ya lo podria haber protagonizao esa actriz aparte de que es preciosa,hubiese pegado mejor como alicia porser rubia y tener cara de traviesa