Dirección: Duwayne Dunham / Guión: Mark Frost y David Lynch
Lady Leño: One day my log will have something to say about this. My log saw something that night.
Dale Cooper: Really. What did it see?
Lady Leño: Ask it.
Pasaron unos cuantos meses entre la filmación del episodio piloto y la de este primer capítulo de la serie regular. Entre medias varias cosas importantes sucedieron. La primera fue que Lynch comenzó a trabajar a pleno rendimiento en su siguiente largometraje, Corazón Salvaje (1990), que filmó mientras paralelamente Duwayne Dunham, su montador en Terciopelo azul (1986), el episodio piloto de Twin Peaks y la propia Corazón Salvaje, rodaba este primer episodio. A pesar de estar dividido entre los dos proyectos, durante los 7 episodios iniciales que la ABC le concedió para esta primera temporada, Lynch (siempre codo a codo con Mark Frost) trabajó en los guiones de la serie, supervisó la postproducción (especialmente el aspecto sonoro), y tanto él como Frost dirigieron episodios.
El otro elemento importante que cambió y que se deja notar por momentos (por más que la producción se esforzara en ocultarlo lo mejor posible), fue que se pasó de filmar el piloto en exteriores reales en el estado de Washington, a hacerlo en un estudio cercano a Los Ángeles para el resto de la serie. Si bien esto no es un problema demasiado grande para los interiores, sí que lo fue para los escasos planos exteriores, que tuvieron que enfrentarse sobre todo a la enorme diferencia meteorológica entre los dos estados: Washington lluvioso, frio y nublado y California caluroso y despejado. En este episodio se puede apreciar el cambio de look con respecto al piloto en los planos de Leo Johnson con Shelly junto al camión y en muchos de los exteriores soleados.
Aunque se perdió uno de los elementos estéticos más característicos y acertados del piloto (la contraposición entre los fríos y amenazantes exteriores y los cálidos y confortables interiores), la perdida se subsanó lo mejor posible, y el hecho de que se mantuviera el característico tono cálido de la fotografía y de la ambientación de interiores (con su ya famosa acentuación de los colores rojos), ayudó a mantener bastante intacta la estética de la serie.
Como el episodio piloto de Lynch poseía una gran singularidad, fue fácil utilizarlo como referente tonal y estético para los diferentes directores de la serie, que, como podemos apreciar aquí con Dunham, continuaron con su ritmo de planos largos y estáticos (varias secuencias, como la discusión de Bobby y Mike o la que ocurre entre Audrey y su padre, están filmadas en un único plano). Si bien Dunham no alcanza nunca la belleza y precisión en la planificación de Lynch, aprueba con nota en este capítulo, y lleva el episodio con gran dignidad y sentido del ritmo (no en vano es sobre todo montador).
También es cierto que este primer capítulo contiene muchas menos sorpresas que el piloto o el episodio que vendrá a continuación (también dirigido, como era fácil adivinar, por el propio Lynch), pero aquí se establece más firmemente el auténtico corazón de la serie: las relaciones entre sus extraños personajes.
A quien este episodio le entusiasme por lo que es, sabrá ya que le encantará esta serie. Porque si bien Twin Peaks está repleta de fenómenos extraños, sorpresas y emociones, las más de las veces es ante todo un retrato de un lugar y de la gente que lo puebla. Por ello, aunque la investigación sobre el asesinato de Laura Palmer siga adelante, es fácil ver aquí que ese no es el interés real de los creadores de la serie, sino sólo el MacGuffin para tirar de la trama. En realidad, Lynch hubiera deseado no haber tenido que solucionar el misterio nunca, ya que su reto era descubrir cuánto se podía mantener una trama colgada del hilo de un misterio, sin llegar nunca a resolverlo y sin perder al mismo tiempo el interés de los espectadores. Desgraciadamente éstos, con el apoyo firme de los directivos de la ABC, le dejaron claro enseguida que iba a tener que solucionarlo mucho más pronto de lo que se pensaba.
Así pues, tras volver a reintroducir a los personajes, continúa la investigación. Se descartan algunos sospechosos como James Hurley, se mantiene la intriga sobre Bobby Brigs y Mike Nelson, se confirman detalles escabrosos del pasado de Laura (como su consumo de cocaína) y se acentúa mucho el papel de malo de Leo Johnson; no sólo con el detalle de la camisa manchada de sangre que encuentra su mujer, sino también con la paliza que le da a ésta (en una escena de una violencia inusitada para la televisión), en la que Shelly se refugia en la esquina de una estancia a medio construir, con las paredes aún cubiertas en plástico…
Pero la trama se desarrolla también por otros lados: el agente Cooper (como siempre en la serie, el personaje que sigue el espectador) conoce a Audrey y comienzan a saltar chispas en la pantalla, Nadine encuentra la solución al ruido de sus cortinas, James estrecha relaciones yendo a cenar a casa de los padres de Donna, conocemos el plan de Catherine Martell y su amante Benjamin Horne para arrebatarle la serrería a Josie y descubrimos que fue el psiquiatra Lawrence Jacoby, que trataba a Laura, quien robo la parte del colgante perdida al final del capítulo piloto (lo cual también le coloca en la lista de los más sospechosos de ser culpables de su asesinato).
También se remarcan algunos iconos obsesivos como la tarta de cerezas o el café (al que se le dedica buena parte del episodio, desde el matutino del agente del FBI, al que sirven en mal estado a éste y al Sheriff porque en la cafetera había ¡un pescado!); el humor extraño sigue ocupando, pues, sus generosos minutos, con algunos gags que se repetirán, como el de los personajes que hablan con la boca llena (de donuts en este caso); y la camaradería entre Cooper y Truman también se asienta, convirtiéndose rápidamente en uno de los pilares de la serie. Esta relación, que el propio Truman compara acertadamente con el modelo de Holmes y Watson, lleva a que Cooper siempre vaya un paso por delante, seguido de un fascinado pero activo Truman, que no deja de sorprenderse por la capacidad receptiva y analítica de éste (no en vano, en este mismo capítulo, Cooper no tarda ni dos segundos en descubrir su relación con Jocelyn Packard).
En definitiva, asistimos a un día cualquiera en la cotidianidad de este encantador pueblo que es Twin Peaks.
Souvenirs de Twin Peaks
Cafeína y tarta de cerezas - algunos momentos para recordar en este magnífico episodio serían ver a Leo Johnson ondeando una pastilla de jabón metida en un calcetín, preparado para apalizar a su mujer; un nuevo detalle fetichista en la fijación por los zapatos de Audrey; el momento en que Cooper y Truman se enteran que en la cafetera en la que acaba de hacerse el café que están tomando había un pescado; Nadine con la bolsa de algodones; la hostia que el mayor Briggs le planta a su hijo Bobby, que acaba con el cigarrillo de éste aterrizando en la carne que su madre estaba comiendo; el Doctor Hayward viniéndose abajo ante el dossier forense de Laura Palmer; las sutiles variaciones sobre los temas musicales centrales de la serie que se introducen en este episodio o los pocos momentos inquietantes que detallo en el siguiente apartado.
La habitación roja - escasas y muy crípticas apariciones de lo sobrenatural. El agente Hawk ve a Mike (el hombre manco) dirigirse al depósito de cadáveres a través de uno de los espejos de la comisaría, lo que despierta sus sospechas; y en una visita de Donna a Sarah Palmer, esta última tiene una nueva visión: primero de la cara de su hija sobre la propia Donna y luego de Killer BOB a los pies de la cama de Laura; aunque éste plano es tan rápido y tan cerrado, que resulta difícil de entender y de ubicar para el espectador. Es ésta además la primera aparición de un plano del llamado final europeo del episodio piloto; final que tendrá mucha más presencia en los dos próximos capítulos.
8 Pisos y media escalera
1 comentario:
Me encanta descubrir como las series (también las mejores) se construyen desde múltiples autorías.
Fascinante, por cierto, la aparición de Bob a los pies de la cama. En una postura de alguna manera ridícula, pero totalmente terrorífica.
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