25 de marzo de 2008

GALERÍA DE ARTE: Drácula, un muerto muy contento y feliz


Otra sección nueva en el día de hoy. Este Guardián, que está muy libre de prejuicios, gusta de sorprenderse con imágenes de especial belleza que va encontrando por su caminar cinematográfico. Aquí muchos podrían pensar en algunos planos y secuencias míticos de la historia del cine, y sí, puede que alguno caiga. Pero lo que me gustaría destacar más son esos planos sorprendentemente bellos o conseguidos que surgen de pronto entre cualquier medianía, como una flor en un estercolero. La imagen que tienen arriba es un buen ejemplo.

Esta peliculilla del muy venido a menos Mel Brooks, ya es de por sí digna de mención por otros aspectos, tan o más sorprendentes que este plano; como su tono curiosamente serio y bastante fiel a la novela (aunque con una puesta en escena más que telefílmica), salpicado, eso sí, con chistes malos, que incluso parecen fuera de lugar. Salvo algunas conseguidas secuencias, como el encuentro de Renfield con el jefe del psiquiátrico en que está internado, en el que el primero se va comiendo todo bicho que se cruza por su camino sin que el otro acabe de darse cuenta, o el primer estacazo que se produce en la película con un, no por esperado menos conseguido, chorrazo de litros y litros de sangre al protagonista, el resto de chistes están por obligación, lo que demuestra que el tono serio se impone en buena parte a la comedia chunga. Parece que nuestro querido Mel quería hacer algo más o menos de la clase de su mítica El jovencito Frankenstein (1974), pero la extraordinaria falta de inspiración de sus últimos años hace fracasar la empresa.

Lo curioso es que dentro de este film fallido (más aún por lo que uno intuye que podría haber ofrecido), se encierre una imagen tan poderosa como la que aquí destacamos; que si bien no es novedosa por sí misma, asimila muy bien sus fuentes pictóricas y cinematográficas, y las condensa en una secuencia con gran fuerza, en la que el grupo de cazavampiros sigue a Remfield colina arriba hasta la guarida de su maestro, Drácula, con la intención de darle muerte. La enorme luna, el silueteado de los personajes, la distancia a la que se encuentra la cámara y el tiempo que su director se detiene en el plano, magnifican su relevancia tanto como el hecho de estar rodeado, durante los 90 minutos restantes, de una sucesión constante de imágenes anodinas. Claramente, la aguja en el pajar.

No hay comentarios: