18 de abril de 2008

CRÍMENES VIEJUNOS: Three Cases of Murder (1955)


Tres casos de asesinato

UK

Dirección: Wendy Toye, David Eady y George More O'Ferrall

Guión: Roderick Wilkinson, Donald B. Wilson, Brett Halliday, Sidney Carroll, W. Somerset Maugham y Ian Dalrymple





Mr. X: Devils? Oh, Mr Jarvis, what an imagination you have… if we were devils, would we have to borrow your matches?


Entre la larga tradición de películas de misterio o de terror por capítulos que se llevó a cabo durante largas décadas en Inglaterra, destaca por méritos propios esta cinta. Aunque no lleve la firma de la productora Amicus, una de las más prolíficas dentro del campo de las películas episódicas, su importancia y su condición de título ejemplar dentro del género ha permanecido inalterable hasta nuestros días.





Su principal reclamo, entonces y ahora, lo supone la presencia de Orson Welles en ella, pero hay que decir que su aparición no sucede hasta el tercer y último capítulo; y aunque como siempre su presencia e interpretación son portentosas, en realidad el auténtico motor del film lleva el nombre de Alan Badel. No sólo es el único actor que aparece en los tres relatos, sino que además su presencia mefistoliana, tanto en el primero como en el último de ellos, es una de las marcas imborrables que deja el film en el espectador.

Como toda cinta de episodios, Tres casos de asesinato sufre de las inevitables desigualdades entre ellos (más si consideramos que tanto los directores como los guionistas de cada uno son distintos), pero el sentido tan inglés de lo desasosegante que se mantiene en toda la película (frío, elegante, original y de tremenda crueldad), y el hecho de que los tres episodios superen sin problemas la media de calidad, explican el porqué de las continuas citaciones a esta cinta en todas las antologías.



Aunque si hubiera que hilar más fino (y ya personalizando el análisis), habría que decir que sí que la película sufre de un importante desequilibrio, pero éste es de carácter positivo en vez de negativo. Mientras el tercer episodio es magnífico -en él Orson Welles humilla políticamente al personaje de Badel y éste pasa a invadir sus sueños como venganza-, y el episodio intermedio, siendo el más flojo, se sustenta bien dentro del típico subgénero de relato detectivesco inglés con traiciones e infidelidades entre dos amigos por una mujer; es el primer episodio el que se eleva claramente por encima de los demás.



Y es que es en ese capítulo, titulado En el cuadro, dónde los elementos más sobrenaturales y terroríficos hacen su aparición. Aunque éstos también están presentes en el último relato, aquí adquieren no sólo su mayor fuerza de fondo, sino que además la forma que adoptan su guionista y director (directora) para introducirlos sólo puede calificarse de fascinante. Es por tanto el relato más inolvidable del conjunto y el que contiene una fuerza propia más acusada. Además, Alan Badel realiza aquí su interpretación más rica y perversa, y la unión entre lo real, lo soñado, el deseo, lo imposible y el arte mirando al arte, pocas veces ha dado resultados tan grandes en pantalla (ahora me vienen a la mente Jennie (1948) o El retrato de Dorian Gray (1945), con las que guarda ciertos parecidos).



Nadie que guste del más refinado gusto por lo sobrenatural y por la belleza de lo imposible ha de dejar pasar este primer relato (y ya puestos toda la película), en el que encontrará una posible respuesta a la eterna pregunta que uno se hace, cuando en un museo se detiene delante de uno de sus cuadros favoritos (y más si este es un paisaje expresionista y romántico) y, medio hipnotizado, mirándolo, desea saber: ¿qué se debe sentir dentro de ese cuadro que parece estar tan vivo? O mejor aún, ¿qué se esconde al final de ese sendero que se pierde tras la colina? No dejen de conocer la respuesta.




Las Claves del Caso


Pericia Criminal: por encima de todo, vuelvo a remarcar, el primer episodio; solamente por el cual ya merecería la pena ver el filme; también el extraordinario trabajo de Alan Badel en los tres episodios; la siempre prestigiosa presencia del Orson Welles actor; el excelente sentido de lo fantástico de dos de sus tres episodios y su perfecta estructura de cuentos (que no cortometrajes).






Bajos instintos: podría hablar de elementos de la trama (básicamente, las infidelidades del segundo episodio), pero no es eso lo que ha de aparecer por aquí. Siendo pulcramente estrictos no hay nada que reseñar, como buena película clásica que es.



Pistas Delatoras: el principal problema es el desequilibrio de los tres capítulos. Aunque esto no llega a impedir disfrutar de la película como un todo, si que, de haber sido los autores los mismos para los tres episodios, quizás el interés de las historias hubiera estado más nivelado.






7 Pisos y media escalera

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