20 de febrero de 2009

DISCOVERY CHANNEL: The Dungeonmaster (1985)


El amo del calabozo

USA

Dirección: Dave Allen, Charles Band, John Carl Buechler, Steven Ford, Peter Manoogian, Ted Nicolaou y Rosemarie Turko

Guión: Allen Actor (basado en una historia original de Charles Band)



Gwen: Why did this happen to me? How did I fall for a guy whose first love is a machine?


Hay películas que uno no debería juzgar basándose únicamente en su supuesta calidad (o falta de ella). Bueno, de hecho todas las películas deberían ser juzgadas atendiendo también a otros factores (en su mayor parte subjetivos) que les otorgan su sentido completo para cada espectador final. Desde esta casa, por ejemplo, siempre hemos sentido una especial afinidad por ese tipo de cine que desborda ingenuidad y ambiciones desmedidas por los cuatro costados, con resultados en muchos casos catastróficos. Ese cine que se dice que ya (casi) no se hace, o que cuando se intenta hacer se le notan tanto sus intenciones y su autoconsciencia de ser producción basura, que rompe de esa manera con su principal atractivo a los ojos de un espectador como el que les habla (el caso de las actuales fotocopias desganadas de la productora The Asylum es bastante sintomático).



Quizás El amo del calabozo (o Ragewar – The challenges of Excalibrate, el título original del proyecto, mucho más fidedigno con su contenido) sea una cinta que una gran cantidad de espectadores calificarían sin dudar como basura, pero espero que no muchos de ellos se pasen por este blog, porque hay pocas cintas que resuman tan perfectamente una década tan gozosa como fue la de los 80 como ésta que nos ocupa. Fíjense bien en la portada y ya verán aparecer algunas pistas claras de por dónde van los tiros. En un primer vistazo se podría sacar la rápida conclusión de que estamos ante una película de fantasía, de las denominadas de espada y brujería; de hecho el propio título parece acotar claramente el terreno y nos dirige hacia una figura fundamental en juegos de rol como el fundacional Dungeons & Dragons, y que muchos también relacionarán como un ser bajito, con cierto parecido con un importante ex político catalán y un sentido del humor de un hijoputismo elevado, que brincaba a sus anchas, más feliz que un budista en pleno nirvana, por la serie de dibujos animados que adaptó dicho juego de tablero a la pequeña pantalla.



Pues más o menos al mismo tiempo que esa serie llegaba a su fin en la televisión, Charles Band y su imprescindible productora Empire Pictures, se sacaba de la manga esta ¿explotation? bizarra y desvergonzada, que bien podría resumirse como la más absurda y perfecta plasmación de la mecánica del juego de rol (y de sus jugadores) a la gran pantalla. Pero sigamos ojeando más a fondo su portada y encontraremos algunas pistas más de sus intenciones. Fijémonos en el héroe arrodillado e impertérrito y notaremos que su atuendo no responde al que uno esperaría en una película de este tipo (mallas, falditas o taparrabos), sino que posee un cierto aroma… ¿tecnológico? Bueno, de tecnología futurista cool ochentera, para ser más exactos. Además, de fondo, la imagen de una loca del metal apunto de enfilar un imponderable e interminable solo de guitarra, nos da más pistas que las que podríamos extraer a un nivel puramente metafórico del contenido del paquete.





Lo cierto es que esta película nos va a deparar muchas más sorpresas aún que las que señalan su (excelente) portada. En su cometido (buscado o no) de servir de resumen y aglutinador de las tendencias más videocluberas de la época, nada menos que 7 directores distintos se las apañan para meter a presión, juntos, pero no revueltos, a enanos ladrones reciclados de Los héroes del tiempo (1981); a una computadora, creada por el geek protagonista, que habla, piensa, siente celos y a la que solo le falta amasar pan (todo un icono reiterativo de la década); una armadura llena de gadgets con un cierto aire a un Tron (1982) de saldo; carreras por el desierto en vehículos que gritan ¡chatarra fresca!, siguiendo los pasos de la eternamente influyente Mad Max 2 (1981); muchos rayos, chiums y lucecitas (incluyendo hasta una lucha de dragones de animación, cortesía de los estudios Disney); enfrentamientos con gigantes mitológicos animados en un decente y encantador Stop Motion; una moza inquieta, por supuesto, por el amor que profesa por la tecnología su improbable novio, y que tras ser secuestrada y encadenada, descubrirá al auténtico Sansón que tiene entre manos; una sesión de enfrentamiento a hostia limpia entre el bien y el mal (o como solucionar las cosas a la española); y como insuperables bises (si aún me queda algo de aliento), ¡un pequeño slasher! (algo descafeinado, eso sí) ¡y un mini concierto de la banda de Heavy Metal W.A.S.P.! (como ya dije, la portada decía más de lo que parecía). A ver quién es el guapo que da más en 70 minutos.





Pero, ¿puede caber todo esto en una sola película? Sí, y algunas cuantas cosas más que me dejo en el tintero (más pistas en las capturas). Y lo más importante, ¿puede todo esto tener sentido o simplemente ser entretenido? Dependerá mucho del espectador y de su empatía por los ingredientes de la formula. No nos equivoquemos, no estamos ni mucho menos ante una delicatesen (ni siquiera dentro del llamado cine basura), y la estructura de pruebas-episodios a la que se ve obligado el film, no ayuda a que tenga la más mínima progresión dramática, o sentido del ritmo, o sentido a secas (al contrario, su non-sense es admirable); quizás esta sea la razón por la que no hay más defensores de esta pequeña perla ahí fuera. Pero si logramos entrar en la película desde un principio, es difícil que su visionado vaya a suponer una decepción.



Empezando prácticamente en un gimnasio, templo espiritual de la década, y terminando en casita, en compañía de una fémina con planes de boda, habiendo renunciado a la tecnología, y sabiendo que, tras vencer al mal y haber sabido escoger las peores combinaciones posibles para nuestro vestuario, nos hemos ganado la felicidad ochentera, Charles Band nos da una lección de su particular manera de conquistar el mundo el mismo año en que nos regalará títulos fundamentales como Ghoulies (1985) (juraría que uno de los monstruos de esa cinta es reciclado en ésta), Trancers (1985) o Transmutations (1985).







Las Claves del Caso


Pericia Criminal: el imponderable deseo de Charles Band, como todo buen anfitrión, por agradar a su público objetivo a través de la acumulación, para que así cada espectador tenga un pequeño trozo de su gusto (en realidad la película es así porque fue una serie de televisión frustrada, para que engañarnos); que sin comerlo ni beberlo casi consiga resumir todo las tendencias subterráneas cinematográficas de una década en un solo título; que de haber visto esta película en mi niñez, (cosa que no hice, a pesar de lo mucho que me llamo siempre su caratula desde la estantería de mi videoclub), la habría disfrutado sin duda en toda su plenitud; que nos demos cuenta que para hacer películas como ésta hacen falta por lo menos 7 directores; lo bien que se lo pasa Richard Moll (el inolvidable Bull de Juzgado de Guardia (1984-1992)) como villano locaza; el toque mágico que Band tenía entre los 80 y los 90 para parir continuamente obras de culto (aunque fueran de culto minoritario).






Bajos instintos: su mayor defecto. En plena época de las tetas locas y de las camisetas sin sujetador nos quedamos sin dar un palo al agua (bueno, en el agua ocurre lo más cercano a un desnudo que nos podemos encontrar en el film). ¡Ni siquiera se aprovecha el episodio slasher! Una gran decepción, quizás justificada en parte por orientar su target hacia una audiencia más juvenil. ACTUALIZACIÓN: parece ser que existe una secuencia con desnudos eliminada que estuvo un tiempo colgada en Youtube. Esto ya tiene más sentido.




Pistas Delatoras: hay que verla con los ojos de un niño de los 80 o de un adulto enfermo (y a mucha honra) pero con memoria, para entrar realmente en su juego; pese a contener todos los elementos que dan forma a los grandes títulos de culto, su estructura episódica resuelta sin ninguna gracia, pesa excesivamente a la hora de valorar más positivamente el producto final; que haya habido que esperar hasta el 2002 para una secuela (la misteriosísima Pulse Pounders), que despierta tanto mi curiosidad como mi suspicacia.




7 Pisos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Juegos de rol, cuartas dimensiones, señores con cabeza de lobo, y acumulación de sinsentidos en sólo 70 minutos!
Dios, que he estado haciendo toda mi vida!
Esta es mi pelicula!

Que vien tenerte de vuelta!

Daniel Miñano Balero

Hermanos Encinas dijo...

Genial análisis de esta cinta de la que para mi lo mejorcito es la estatua de piedra animada en stop motion por el gran Dave Allen.

Por cieto, si encuentras Pulse Pounders algún día avisa

Guardian dijo...

Un honor teneros por aquí, y gracias también por las buenas palabras.

Eso sí, me temo que "Pulse Pounders" no va a ver la luz del día en bastante tiempo. Indagando más, he visto que el film no ha sido lanzado aún (lo del 2002 es un error más de la IMDB) y que parece encontrarse enredado en un espinoso tema de derechos, puesto que era una antología que además de contener la segunda parte de esta cinta, también contenía la secuela de Trancers (otro gran título de Band), que ahora pertenece a otra compañía. Me temo que, visto lo visto, seguirá cogiendo polvo bastantes años más (sino eternamente).

Que triste puede llegar a ser el mundo del cine. :(